martes, 19 de diciembre de 2023

Presentación inaugural de la Biblioteca Macedonio - María del Rosario Ramírez 27 -04-12


 

Definitivamente, la inauguración de una biblioteca es un hecho para celebrar. En el caso de nuestra biblioteca en particular, y teniendo en cuenta sus antecedentes, es algo que nos pone especialmente alegres. Se trata de una biblioteca que aún es necesario desarrollar. En una institución de psicoanálisis es una referencia, un lugar por el que estaría bueno pasar a cada rato. Que allí se arme un torbellino de interesados en hacer consultas, en profundizar lecturas, que esté habilitado para el estudio de los diversos temas y campos que sirven al esclarecimiento de las cuestiones de la práctica del análisis. El psicoanálisis mantiene una relación con la ciencia, que por supuesto, está antes de la existencia del psicoanálisis y, a su vez, se diferencia de ella. El tesauro de la biblioteca, un tesoro, son los libros, y es una recomendación que no podemos obviar respecto de la enseñanza de Lacan. Freud y Lacan, sus textos son materia principal en nuestra biblioteca, también sus referencias, más los de nuestra época.

Umberto Eco, en una conferencia que dio en Milán en 2007, habla de las bibliotecas. Recuerda el cuento de Borges La biblioteca de Babel, biblioteca universal o infernal. Hace la pregunta acerca de cuál es la función de una biblioteca. Él habla de las malas bibliotecas, de las buenas bibliotecas… Las dos bibliotecas hechas a la medida de su deseo, o el ideal de biblioteca, son la de la Universidad de Toronto y la de la Universidad de Yale. Bibliotecas monumentales en las que se puede entrar con facilidad, sacar libros y también fotocopiar; en una de ellas hasta se puede ir a una cafetería y en el recorrido servirse un pancho, con varios libros, puede pasarse, dice Eco, una tarde leyendo. Los libros están ordenados por temas. Si se busca un texto de Hobbes, en la misma estantería puede encontrar otros textos que trabajan sobre el tema. Por otro lado, habla de las malas bibliotecas; dice “es ficción”, pero están en el recuerdo. Se trata de las bibliotecas en la que el bibliotecario nos espera detrás del mostrador y para empezar nos mira como a ladrones, asesinos o simplemente haraganes; en la que no se puede sacar más de un libro; las anotaciones para retirarlo son tan largas que cuando uno termina no hay más tiempo para la lectura; y, por supuesto, no se puede retirar ningún libro, hay que leer de a uno en la sala, son bibliotecas que impiden leer. Eco atiende a la propuesta de la UNESCO: que las bibliotecas permitan leer. Sin embargo, para los bibliotecarios organizar una biblioteca, un sistema de uso y préstamos, no es sencillo. Entonces, en Yale la gente retira libros con algunos sistemas de control; hay quienes los roban. Tienen dinero, si roban lo reponen. En nuestro caso, a los libros adquiridos los vamos a cuidar. Umberto Eco revisa qué ha sucedido en distintas épocas con las bibliotecas: en época de Polícrates la función de la biblioteca era reunir pergaminos para que no se dispersaran. Más tarde, se trataba de atesorarlos, eran muy caros. Con los Benedictinos, la biblioteca era lugar de tránsito: se transcribía y luego se devolvía el original o la copia, es la función actual de la Xerox o la fotocopia. En época de Augusto y Constantino la función se ajustaba a la recomendación actual de la UNESCO, se podía leer. También hubo épocas en que las bibliotecas tenían la función de esconder y ocultar. Eso permitió tiempo después, encontrar los mismos libros en las mismas bibliotecas. Es como la represión, a veces hay que esperar.

Dejemos la biblioteca ideal. Me han encomendado la difícil tarea de decir algunas palabras acerca de Macedonio. Puedo contar algunas historias. La existencia de Macedonio Fernández (1874) me llegó en la juventud y ahora he vuelto a ello. He leído en aquel momento que se había propuesto para presidente de la República Argentina como una actitud humorística o incluso crítica. También se nombró descubridor de la penicilina por una sopa guardada durante varios días. Se trató de un personaje realmente destacado de la época, en la que muchos coinciden en decir que Macedonio marca la literatura Argentina; entre ellos, Borges. Hay varios libros sobre Macedonio y también de Macedonio; de los primeros, recuerdos uno que se llama Macedonio Fernández, en el que hablan Borges, Marechal, Peyrú, Del Mazo (primo de Macedonio), Jauretche, Adolfo de Ovieta hijo de Macedonio y Germán García, quien a su vez es el recopilador de las entrevistas. Tengo otro libro de José Isaacson que se llama Macedonio Fernández: sus ideas políticas y estéticas. Macedonio vive en época de Yrigoyen, admirado como caudillo, pero no por su demagogia. Su postura crítica no lo adscribía a ninguno de estos movimientos. Él formó parte del grupo de la revista Martín Fierro. Cuando se acerca a dicho grupo (Borges, Marechal) Macedonio era un hombre mayor. Sus ideas movieron y conmovieron al grupo de jóvenes. En cuanto a sus libros: Papeles de recienvenido; Manera de una psique sin cuerpo; Museo de la novela de la eterna; Adriana Buenos Aires; Papeles antiguos; Teorías; Epistolario; entre otros.

Elegí una frase entre muchas, Macedonio decía: “si lo serio va con lo solemne es que lo serio, no va”. Hay muchas otras frases humorísticas y con concepto, por el estilo. Una de las cuestiones destacables de su filosofía se plasma en No toda es vigilia la de los ojos abiertos, teoría respecto del estado sonambúlico de la que surgen las mejores ocurrencias.

Borges pronuncia unas palabras en Recoleta ante la bóveda donde entierran y se guardan los restos de Macedonio Fernández. Dijo Borges: “Un filósofo, un poeta y un novelista mueren en Macedonio Fernández, y esos términos aplicados a él recobran un sentido que no suelen tener en esta República. (..) Fue filósofo porque anhelaba saber quiénes somos (...) y qué o quién es el universo. Fue poeta porque sintió que la poesía es el modo más fiel de transcribir la realidad. Fue novelista porque sintió que cada yo es único, como lo es cada rostro, aunque razones metafísicas le hicieron negar el yo. Metafísica de índole emocional porque he sospechado que negó el yo para ocultarlo de la muerte, para qué, no existiendo, fuera inaccesible a la muerte (...) Íntimos amigos de Macedonio fueron José Ingenieros, Ignacio del Maso, (…) y mi padre(...) Hacia 1921, de vuelta de Suiza y España, heredé esta amistad. La República Argentina me parecía un territorio insípido, que no era ya la pintoresca barbarie y que aún no era la cultura, pero hablé un par de veces con Macedonio y comprendí que ese hombre gris, que en una mediocre pensión del barrio de los Tribunales descubría los problemas eternos como si fuera Tales de Mileto o Parménides, podía reemplazar infinitamente los siglos y los reinos de Europa. Yo pasaba los días leyendo a Mauthner o elaborando áridos y avaros poemas de la secta de la equivocación, ultraísta. La certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusiones es el yo, bastaba, lo recuerdo muy bien, para justificar las semanas. En el decurso de una vida ya larga no hubo conversación que impresionara como la de Macedonio Fernández (…). Se habla de la irreverencia de Macedonio. Este pensaba que la plenitud del ser esta aquí y ahora en cada individuo; venerar lo lejano le parecía desdeñar o ignorar la divinidad inmediata. (…) Las mejores posibilidades de lo argentino: la lucidez, la modestia, la cortesía, la íntima pasión, la amistad genial, se realizaron en Macedonio Fernández. (…). Macedonio perdurará en su obra y como centro de una cariñosa mitología. Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir”. Es conocido el comentario que hace Borges, que lo imitó a Macedonio hasta el plagio, y que no imitarlo hubiera sido un error o una negligencia de su parte.

Presentación inaugural de la Biblioteca Macedonio - María del Rosario Ramírez 27 -04-12

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